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Algunos padres (trabajadores) optan por dejar los hijos en casa con los abuelos, tener madres de día o pedirse excedencia para cuidar a sus hijos los primeros años. Y me parece estupendo, todas ellas son buenas opciones. Otras familias (donde nos incluimos) optamos por llevarlos a la guardería – ya sea por necesidad porque nuestros trabajos no nos permiten excedencias y/o porque creemos en la buena labor que se hace en estos centros.
Hoy quiero reivindicar precisamente el buen trabajo que hacen las educadoras de las escuelas infantiles y lo importante que es nuestro día a día que nuestra hija vaya a la guardería – no solo para que podamos trabajar (a jornada reducida para pasar la tarde con ella) y seguir pagando las facturas, sino también para que los tres aprendamos y avancemos en esto de ser una familia.
El post de hoy es pues un GRACIAS enorme a las guarderías del país. Y especialmente a una en concreto: Les Baldufes, de Olot, que es nuestra «pequeña escuela». La elegimos tras visitar otras dos que nos habían recomendado (y no nos gustaron nada…) y estamos contentísimos con la elección.
1. La Primera Escuela y una Segunda Casa
Guardería es un nombre feo que no hace justicia con lo que son este tipo de centros. Prefiero entenderlos como escuelas donde se aprenden cosas y se juega, que hacerlo como lugar para «guardar a los niños». En catalán la traducción es mucho más amable (ojalá la RAE aceptara alguna de estas palabras) y se le llama «escola bressol» (escuela cuna) o «llar d’infants» (casa de los niños).
Y para mí es precisamente eso: una escuela cuna, una primera escuela, en la que se empiezan a descubrir cosas, a interactuar con otras personas, a coger determinadas rutinas… Logros pequeños (y cotidianos) como servirse agua del jarrón los debemos precisamente a nuestra «casa de los niños».
2. Bienvenidas las Rutinas
La guardería nos ha ayudado a establecer fácilmente unas rutinas. Desde coger el hábito de comer fruta en trozos por la mañana hasta dormir la siesta cada día dos horas.
Todavía me sorprendo cómo son capaces de hacer que una treintena niños duerman la siesta sin demasiados problemas durante dos horas. Supongo que la retroalimentación juega un papel importante: viendo a otros niños que se acuestan y se duermen, debe ayudar a que uno mismo decida calmarse, deje el juego para más tarde, y se ponga a dormir. ¿Lo mismo debe pasar con la comida?
3. Mesa de Luz y Psicomotricidad
En Les Baldufes cada semana hacen psicomotricidad y experimentan en la mesa de luz. En casa, sería algo más complicado, aunque siempre intentamos «practicar» con lo que se pueda: linternas, escaleras… ¡Pero es que allí se las inventan todas! No solo juegan a luces y sombras, sino que además añaden cada día algo distinto: arena, polvo de piel de naranja…
4. Respetar los Ritmos de cada Niño/a
Algo que nos convenció y nos encanta de la escuela de Les Baldufes es que respetan el ritmo de cada niño. Por poner un par de ejemplos: no les obligan a pintar si ese día no quieren pintar y tampoco les obligan a «ensuciarse» si a un niño no le gusta. En la clase de nuestra hija, a algunos les encanta ir descalzos (incluída ella). Y les dejan. Lo único que piden: que dejen los zapatos y calcetines bien colocados debajo de su colgador. Y así lo hacen. También en casa: cuando llega, se quita los zapatos (y a veces los calcetines) y los deja bien puestos al lado del zapatero.
Tampoco hacen dibujos o fichas para llevar a casa y enseñar a los padres. No lo hacen. Pintan por experimentar una sensación con el pincel o con las manos. Hacen collages para que aprendan a tocar distintas texturas. Y juegan para que aprendan lo que deseen aprender ese día. Cada uno va por libre y es la educadora la que les orienta y vigila que haya un ambiente cordial entre todos.
5. Pintar es Mucho más que Plastidecors o Rotuladores
En casa puede dar cierto pánico ponerse a hacer acuarelas o pasteles, pero en la guardería es el pan de cada día. Acuarelas en el jardín, pintura con las manos y los pies, pintura con los dedos mezclando chocolate en polvo y agua, experimentos con harina y agua… El resultado son grandes murales que pintan juntos y cuelgan luego en las paredes de la escuela – y ella, orgullosa, nos enseña qué trozo ha pintado ella.
6. Una Acogida Real
Otra de las cosas que nos encanta de Les Baldufes es que podamos entrar en la clase con los pequeños y podamos estar tanto tiempo como sea necesario para que nuestro hijo se adapte a la nueva situación («vale, es otro día de esos en los que mamá/papá tienen que ir a trabajar y yo me quedo aquí jugando»). Si estáis con lactancia materna, también puedes entrar en la case y dar la toma sin problemas.
A nuestra hija, la llegada le cuesta. Le ha costado siempre. Necesita unos minutos para ir entrando en el juego. Me busca constantemente y cuando veo que se anima a jugar con algo, me despido de ella y me voy. Missi (su educadora) siempre está alerta por si hay que dedicarle un poco más en esos momentos tristes de separación.
7. Jugar con otros Niños
Soy de las que pienso que jugar con otros niños siempre es más interesante. Sé que no hace falta, que cuando son pequeños pueden jugar con los padres, y que «ya tendrán tiempo cuando empiecen en la escuela a los 3 o 5 años»… Pero aún así, cada mañana, lo que ella recuerda (y me dice) es que irá a la escuela con «Missi, Albert, Carla, Marta, Avril, Jan…». Le gusta estar con otros niños, aunque ahora estamos en un momento en el que no domina las emociones y hay que vigilar que un abrazo no acabe siendo un estirón. Aaaaaaay, paciencia.
8. Juegos Naturales
Si hay algo que les sorprenda es jugar con cosas nuevas. En casa podemos sorprenderla con cajas y botellas vacías, tuppers y cucharas, tubos, papel de burbujas… Pero nunca igualaremos ese sinfín de juegos naturales que tienen en la escuela:
- Lentejas y maíz en cajas, con cucharas y boles para servir
- Boles con hojas secas, pieles de naranja secas, castañas…
- Maicena, harina y otras texturas finas
9. Comer Sano y Equilibrado
Una labor compartida por familia y centro educador. Saber que cocinan la comida allí, que cada día come sano y equilibrado y que nadie le obligará a acabarse lo que tiene en el plato es importante. Tanto en casa como en la guardería, la comida es un momento del día agradable, para estar tranquilos, en familia (la de sangre o la «pequeña gran familia» del centro) y disfrutar probando diferentes texturas y sabores.
10. Los Padres También
Sí, los papás también aprendemos muchas cosas de ir a la guardería. Para empezar, compartimos la educación de nuestros hijos y las educadoras a menudo nos ayudan a comprender a nuestro hijo un poco mejor. Como padres primerizos, el comportamiento de nuestra hija nos ha asustado o alarmado en más de una ocasión. Ver la tranquilidad con la que Missi y las demás educadoras gestionan el percal es absolutamente tranquilizador (y educacional para nosotros).
¡Por todo ello y más, GRACIAS!