Icono del sitio Loca Academia Familiar

Una reflexión sobre los segundos (hijos, partos y pospartos)

Este artículo también está disponible en: Catalán

Llevamos un mes siendo una familia de 4.
30 días muy intensos en los que han habido mocos, tos, anginas, resfriados, rabietas, mimos, besos, más rabietas, noches en urgencias, mil y una visitas al médico, paseos al mediodía, excursiones con fular porta-bebés, edredones, días en pijama sin salir de casa, lavados nasales, regalos mil, muchos pañales cambiados… Y mucho amor.

El segundo parto, mucho más fácil

El dicho de que «el segundo sale más rápido» se cumplió a la perfección en mi caso. El segundo parto fue MUCHO mejor. Más rápido, más cómodo y más fácil. En un pim-pam estaba todo hecho: 5 horas, en lugar de las 20 horas que fueron para la niña. Firmaba ya para tener otro parto igual de bueno.

¿Los partos tienden a parecerse? ¿Será una cuestión genética? Curioso que ambos partos fueron un día 31. También curioso que en ambos rompí aguas (pequeña fisura) la noche anterior. Y también curioso que ambos fueron en la semana 40, cuando salía de cuentas.

Las comadronas ya me habían avisado que «no es que el segundo hijo salga antes (de la fecha)» sino que sale más fácilmente en el parto. La fecha de parto, suele ser parecida a la primera. Y acertaron.

Los segundos hijos enferman más 

De ese parto nació un niño precioso de 3,960 kg y 51 cm. Un niño guapísimo, muy hecho y muy valiente. Un segundo hermano que ya ha pasado tres veces por urgencias en su primer mes de vida (por fiebre de virus/cólico fuerte y por bronquitis) y que ya sabe lo que es el ventolín cada 6 horas. ¡Pobrecillo!

Con la mayor también tuvimos que pasar por urgencias antes de los 4 meses pero fue una sola vez y se solucionó rápido. Hasta que no empezó la guardería a los 5 meses, no empezaron los virus cada 2-3 semanas… Pero claro, ahora la guardería la tenemos en casa: la mayor trae los virus a casa y, aunque lavemos las manos, desinfectemos y ventilemos habitaciones, los virus están ahí y contagian al pequeño.

Si le sumas que ha nacido en otoño, cuando empiezan todos los virus, la cosa se complica todavía más. ¡Menudo invierno nos espera! 🙁 Visto desde otro punto de vista, algo más positivo y esperanzador, es ahora que estoy de baja maternal y que puedo cuidarles si están enfermos; y es ahora que el pequeño hace lactancia exclusiva y por tanto tiene más defensas mías.

2+2 no son 4, sino 10

Como ya nos habían avisado varios papás/mamás, pasar a ser 4 es multiplicar el trabajo por 10. El pequeño no lleva taaanto trabajo pero sí que requiere brazos, pecho y cuidado. Lo que es complicado de gestionar es la mayor, que con sus 2 años, está en plenos «terribles dos« (cuando pensábamos que ya habíamos pasado la crisis, vuelve con más fuerza).

A lo de cuidar a un recién nacido a demanda, se le suma que tengamos que gestionar como podemos a la mayor: intentar gestionar sus celos, que quiere volver al pañal, que hoy no quiere vestirse, que hoy sí quiere quitarse el pañal pero no quiere hacer pipí en el orinal, que diga que es un bebé y quiera que la lleves en brazos, que quiera dormir con nosotros pero se ponga de mal humor cuando el bebé la despierta por la noche, que no pueda estar en el regazo de mamá porque el bebé está pegado a mí muchas horas del día… Y mil gestiones más que nos tiene MUY ocupados.

La experiencia es un (segundo) grado

Ojalá hubiéramos estado así de tranquilos con el nacimiento de la hija mayor. Eso sí que fue un CAMBIO en mayúsculas. Pero supongo que esa es la gracia: la primera vez es un susto; la segunda vez ya tienes experiencia. Esta vez, ya sabíamos lo que nos venía encima, ya éramos «papá y mamá» (no hacía falta ninguna transformación personal) y ya solo era continuar este gran maratón familiar.

El segundo se vive de una forma más tranquila. No corres tanto, no te angustias si llora un minuto cuando le cambias el pañal o cuando tiene hambre, y salir un rato sin él no es motivo de ansiedad –sabes que si tiene hambre papá o los abuelos lo estarán calmando hasta que llegues y todo volverá a la normalidad.

Segundo posparto… ¿Dónde? ¿Ya está?

Si el primer posparto fue un drama, el segundo ha pasado (o está pasando) sin hacer ruido. Ni nos hemos enterado. Sólo me enteré (y mucho) de los malditos entuertos durante los primeros días de posparto, pero del resto… Ni rastro.

Creo que estamos demasiado ocupados gestionando a nuestra mayor y acostumbrándonos (todos, incluida ella) a ser una familia de 4. Ese es nuestro posparto. De allí salen la mayoría de dudas, enganchadas, llantos, enfados, depresiones y alegrías. Un posparto en toda regla, pero para todos.

Dos hijos, doble amor

Recuerdo estar en sala de partos y tener miedo a lo que venía. No físicamente sino si seríamos capaces de volver a empezar de cero siendo papás; si sabríamos querer al nuevo bebé, de nuevo infinitamente… Teniendo ya una niña a quien dedicaba el 200% de mi energía diaria, me parecía imposible tener todavía espacio para más amor incondicional. ¿Lo querría igual que a ella?

Y supongo que la oxitocina se encargó del resto porque desde que salió de la chistera («por una autopista» como dijo la comadrona) nos enamoramos. Otra vez. Qué sensación tan guay volver a tener a un bebé en brazos todo el día, a que se acurruque sobre mí, a que se duerma conmigo, a que me busque con la mirada, a darle mimitos, a llevarle a todas parte y hacer/deshacer y que no se queje por ello 😉

Y luego entra por la puerta la mayor y vuelves al «amor de siempre». Al primer amor incondicional que te enamora cada día porque cada día aprende algo nuevo y se hace mayor. Las rabietas nos tiran para atrás pero su vulnerabilidad hace que cuando se te pasa el enfado, la quieras acompañar y abrazar más fuerte que nunca.

 

Seguimos. No hace falta seguir para bingo pero al menos para sobrevivir 😉

Salir de la versión móvil