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El día llegó; el día en el que la necesidad de «hora de patio« se hace patente; esa necesidad de hacer algo con tu pareja, sin niños. Cada uno la tendrá en su momento, pero cuando el mío llegó, yo le hice caso y nos pusimos a pensar qué podíamos hacer los dos juntos.
Vivir en horario infantil lo hace un poco complicado. Me suenan dos despertadores personalizados a las siete de la mañana todos los días, y a las diez de la noche estoy en fase REM, aunque tenga los ojos abiertos y esté preparando la mochila de mañana. Buscar una actividad adulta, divertida y en pareja teniendo en cuenta esta realidad fue todo un reto, la respuesta se apareció por casualidad: bailar swing.
Las clases empezaron y el primer día, a punto de salir, me entró un «no sé qué» de dejar a mi hija en casa y yo irme de parranda, típico sentimiento de mamá leona. Salí con mi marido tirándome un poco del brazo y mi madre cerrándome disimuladamente la puerta.
Una de las mejores cosas de bailar swing es que la pareja no es fija por lo que conoces a cantidad de personas diferentes, otras realidades, otras conversaciones, otras vivencias…
Una hora de clase da para poco así que, como siempre, la hora del patio se acaba pronto. Los primeros días recuerdo ir corriendo a coger el metro, pura preocupación sin fundamento, pero a medida que pasaron los días volvía más tranquila a casa, disfrutando también del propio trayecto.
Pero lo mejor de bailar swing no son las clases, sino los encuentros que se hacen los fines de semana. En muchas ciudades se hacen encuentros casi todos los fines de semana, en plazas o parques, donde todo el mundo que quiera baila al son de la música swing. Muchos de estos acontecimientos son precisamente en horario infantil, sobre las 12 del mediodía. Fantástico para bailar un rato y comer algo en una terracita.
Además como la pareja no es fija mientras uno baila el otro puede cuidar de las pequeñas. Sin contar con las manos maravillosas de los compañeros de clase que bailan alguna canción con ellas mientras yo y mi marido hacemos un baile juntos.
Como dice Joaquín Sabina “Bailar es soñar con los pies”. Aprovechad para empezar una nueva afición que seguro os traerá nuevas amistades, movimiento, risas y que, de vez en cuando, podréis compartir toda la familia juntos. ¿Quién dice que tus niños no bailarán desde pequeños imitando a los papás?
¿Os he convencido? ¿Nos vemos en la pista? 😉
Fotos de David McSpadden y Jared Goralnick (x3)
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